martes, 18 de febrero de 2014

12. Condenados de la Sierra: Procesos Sociales y Movimientos Etnopolíticos en Territorios Indígenas y Campesinos

PROCESOS SOCIALES Y MOVIMIENTOS ETNOPOLÍTICOS EN TERRITORIOS INDÍGENAS Y CAMPESINOS*
Rafael Sevilla Zapata*

La Sierra Norte de Puebla está conformada por cadenas montañosas formadas a lo largo de los siglos, agrestes, infinitas y sin límites a veces, pero otras marcadas por una orografía salvaje donde las piedras basálticas terminan violentamente dando origen a lomas pronunciadas, barrancos sorpresivos y cañadas infranqueables.


Los totonacos, los totonaku, fueron los primeros en fundar el chuchutsipi (territorio político-religioso); con la conquista nahua olmeca-xicalanca y mexica-chichimeca después, los nahuas lograron apropiarse de una parte de ese territorio y formaron los altepemes, núcleos territoriales marcados por un dios patronal y con características políticas propias; comandados, además, por un señor.
Posterior a 1492, esa organización territorial se rompió pero a su vez dio lugar a la nueva organización político-religiosa que los españoles impusieron basándose en las predecesoras totonacas y nahuas. Así, éstos fueron congregados en pueblos alrededor de campanas, que modificaron ese territorio espacial y simbólicamente.


El arribo del liberalismo a la sierra, consistió en una negociación con los caciques locales que fueron los encargados de transformar de nueva cuenta el territorio de pueblos religiosos, a una concepción político administrativa de pueblos, municipalidades, municipios y juntas auxiliares. En esta época el territorio simbólico fue transgredido por completo al presionar al resto de población dispersa de la sierra a vivir en localidades al tipo español, la construcción de edificaciones oficiales, sedes del poder liberal, la construcción de plazas para el ejercicio de los rituales cívicos y la delimitación de calles.
Las Reforma es el punto culminante al permitir las adjudicaciones de terrenos del común en beneficio de los mestizos liberales que acapararon terrenos y promovió la pequeña propiedad entre la mayoría de pueblos de la sierra.
En estos contextos, brevemente descritos, los indígenas han sido utilizados, como en el caso de los batallones participantes en la Batalla de Puebla, pero pocas veces han protagonizado luchas en defensa de sus territorios. Pero ahora, la globalización también está cambiando esas situaciones.
Este contexto general histórico es el punto de partida para hacer un cuestionamiento importante en la actualidad: ¿cómo conciben y defienden su territorio las comunidades de la sierra norte de Puebla en la rapaz era de la globalización?
Partamos del hecho de que los pueblos originarios están arrastrados por una globalización continental y planetaria de la comunicación que hace más difícil la perpetuación de su especificidad cultural. Los medios de comunicación de masas (sobre todo la televisión) alcanzan hoy las áreas más remotas, desplazando las cosmovisiones y los sistemas de valores indígenas con mayor eficacia que la evangelización y la escolarización de antaño.
Más allá de esta terrible amenaza, hay en la vida cotidiana de muchas comunidades de la sierra una constante pretensión de despojo, o para decirlo en términos llanos, lo que se conoce como la acumulación capitalista por desposesión. Pues esta región del estado de Puebla es inmensamente rica tanto cultural como en recursos naturales.
Permítanme presentarles un caso reciente de esta resistencia, el de la comunidad de Ignacio Zaragoza en el municipio de Olintla… el 5 de diciembre de 2012 sus habitantes impidieron el ingreso de una máquina del Grupo México, empresa de otro personaje en el listado vergonzoso de Forbes como de una los más ricos del mundo: Germán Larrea Mota Velasco, cuyo fin es construir una carretera al río Ajajalpan, lugar donde se pretendía construir una hidroeléctrica.
El rechazo y oposición a la hidroeléctrica surge tanto de la desinformación de las propias autoridades federales, la SEMARNAT, las estatales y municipales; que con engaños y omisiones, desprecian los derechos de este pueblo totonaco… para quienes el territorio es fuente de subsistencia, -incorporado al mercado por medio del café y los productos que de él obtienen es sobre todo como dador de vida en una visión del mundo-, no es sólo una relación funcional con la tierra; es fuente de pensamientos y preocupaciones ante la invasión de la escasa propiedad, pero a su vez es un llamado a la conciencia, a la actuación para defender el territorio.
En el caso de Olintla, como de muchos otros poblados totonacos, nahuas y otomís, no son generalizadas las propiedades ejidales y comunales, más bien son propiedad privada derivada de las acciones liberales del siglo XIX, que en lenguaje académico actual, se puede definir como una colonización más, ya que se les expropió su tierra comunal con la Ley de Desamortización de Bienes eclesiásticos y manos muertas de 1857.
Lo anterior permitió un acaparamiento excesivo de las tierras en manos de liberales, que a su vez dio origen al minifundio, situación que permite la acción de empresas mineras y recientemente la instalación de hidroeléctricas para abastecer de energía a las primeras, porque no se enfrenta a actores colectivos, como los ejidatario y comuneros.
Por ello la defensa del etnoterritorio es un asunto de la comunidad; llamo la atención sobre una defensa territorial indígena, popular, surgida en las bases de la vida comunitaria, no dirigida desde intelectuales o empresarios, ni por las autoridades municipales. Como en el caso de Tetela de Ocampo, Zautla, Ixtacamaxtitlán, Olintla, Cuetzalan, Tepetzintla…, se trata de una irrupción indígena similar a la zapatista, los campesinos de Atenco o de los purépechas de Cherán, que se enfrentan al Estado, las organizaciones criminales o al capital privado después de años de colonización interna.
Así, el etnoterritorio es el arma de descolonización como queda claramente ilustrado en la comunidad totonaca de Ignacio Zaragoza, en Olintla, en donde literalmente el pueblo detiene con su cuerpo el paso de la maquinaria de la empresa Grupo México, ¡por acuerdo de asamblea!
¿Por qué la defensa de la territorialidad? Se trata de un elemento común: es la defensa de los lugares de siembra, del lugar que provee vida. Aquí retoma importancia la cosmovisión totonaca que considera a la tierra la dadora de vida… en un mito totonaca del maíz, es esta semilla quien da origen a la vida comunitaria; es decir, está en el centro de su reproducción social.
Pero no es el territorio únicamente pensado como una fuente de trabajo, es riqueza y, más importante aún, es el origen de la vida: proporcionan el agua y el maíz. En este sentido, el etnoterritorio es sagrado, pero a su vez es un arma de lucha. Al igual de lo sucedido en otros países latinoamericanos, la organización indígena se convierte en el motor de lucha y muestran la dignidad humana en su oposición a la globalización; a su vez es ejemplo de lucha social y resistencia étnica.
El etnoterritorio, en su dimensión política de defensa o de contemplación como territorio sagrado o de origen, no debe buscar generalizaciones abstractas, debe considerar múltiples situaciones, las voces de los diferentes actores, que permitan tener un panorama completo de la diversidad cultural, pues a partir de este elemento identitario otorga un carácter rebelde y de oposición al capitalismo. Situación que deberá seguirse con atención y compromiso ante la activación de un movimiento indígena en defensa de su territorialidad a escala regional.




*Ponencia presentada en el Seminario “Mundos Rurales. Tierra, Territorios y Territorialidades”, Escuela Nacional de Antropología e Historia, agosto-noviembre de 2013.

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