La embestida de las trasnacionales contra los centros de origen y diversidad de los principales cultivos alimentarios del mundo está en marcha. Las solicitudes hechas por Monsanto y Pioneer Hi-Bred Internacional al gobierno mexicano para la siembra de maíz genéticamente modificado a escala comercial en su centro de origen y diversidad es apenas el comienzo de una estrategia global de control político y económico. De dar luz verde al maíz transgénico en México, el arroz en Asia y el trigo en Oriente Medio estarían también en riesgo y, con ellos, la soberanía alimentaria mundial, advierte Pat Mooney, quien en 2010 presentó su renuncia como asesor de la FAO, pues –asegura– el organismo internacional se contaminó de transgénicos.
La
posible autorización del gobierno mexicano a las cinco solicitudes
hechas por Monsanto y Pioneer Hi-Bred, a través de su filial PHI México,
para la siembra a escala comercial de maíz genéticamente modificado
sobre, al menos, 1 millón 400 mil hectáreas en Sinaloa y Tamaulipas ha
puesto en vilo al mundo entero, asegura Pat Mooney, director ejecutivo
del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración, también
conocido como Grupo ETC.
El Premio Nóbel Alternativo 1985
señala que ésta es la primera vez en la que uno de los cultivos más
importantes para la alimentación en el mundo es amenazado en su centro
de origen y diversificación. “Si la contaminación y la destrucción ocurren en México,
veremos la destrucción del arroz en Asia, del trigo en el Oriente Medio
y de todos los grandes cultivos alimentarios del mundo”.
En entrevista con Contralínea,
Mooney advierte que el maíz, principal cultivo de México, de países de
América Central y de la humanidad, pretende ser utilizado por las
trasnacionales como herramienta para el control político y económico:
“Un intento por controlar la soberanía alimentaria y la agricultura en
todo el mundo”.
De acuerdo con Mooney, la importancia
del control de las trasnacionales sobre el maíz se puede expresar en una
cifra: el 45 por ciento de los recursos que gastan en investigación
sobre semillas lo destinan sólo al maíz.
El también especialista en
agricultura, biotecnología, biodiversidad y nanotecnología resalta que
pese a que los campesinos y los pueblos del mundo han domesticado y
desarrollado más de 7 mil cultivos alimentarios, las trasnacionales
dedican casi la mitad de los gastos de investigación sólo al cultivo de
maíz.
“Esto es porque quieren hacer del maíz
muchas más cosas que alimento”. Explica que mientras que en el pasado
el desarrollo de una nueva variedad de semillas convencionales le
costaba a las empresas 1 millón de dólares, el desarrollo de una
variedad genéticamente modificada cuesta alrededor de 136 millones de
dólares. “No sólo resulta económicamente ruinoso, sino también
riesgoso”.
A ello se suma la dificultad para
convencer a algunos gobiernos, campesinos y ciudadanos de los beneficios
de los transgénicos. Como resultado, las empresas intentan desplazarse
hacia la biología sintética. En lugar de transferir genes entre
especies, como sucede con los transgénicos, caminan hacia la
construcción de ácido desoxirribonucleico (ADN) desde cero.
“Con la biología sintética se pueden
construir cadenas de pares base de ADN a partir de nada para construir
especies. Así que el genoma del maíz, igual que el genoma humano, ha
sido tomado; se toma como base o formato y a partir de ahí se construyen
distintas estructuras.”
Mooney subraya que para las seis
grandes empresas, o “las seis gigantes genéticas” (Monsanto, Syngenta,
Bayer, Dupont, Dow Agrosciences, Basf), la naturaleza es sólo el punto
de partida, una plantilla, un formato, un machote a partir del cual
construir nuevas formas. Las trasnacionales, indica, han llegado al
punto de afirmar que son capaces de generar, en un tubo de ensayo, más
biodiversidad que la existente en la Amazonia.
La biología sintética ha hecho posible
que el maíz –que es alimento en México– sea utilizado para producir
plásticos, cosméticos, combustibles e incluso químicos. “Ven al maíz no
sólo como la base de la alimentación sino como la materia prima para la
producción de todo tipo de mercancía”.
El experto sostiene que el maíz es un
cultivo extraordinariamente flexible y ello hace que las trasnacionales y
sus científicos piensen que el maíz les podría permitir hacer
prácticamente cualquier cosa.
“La amenaza a su monopolio consiste
básicamente en que México es el centro de origen y diversidad del maíz.
La diversidad es una amenaza para las trasnacionales porque significa
que podrían existir otras alternativas al control corporativo.
Imagínense qué tan enfermo está el mundo cuando a la naturaleza se la denomina competencia”, increpa.
Con 59 razas clasificadas y miles de
variedades nativas distribuidas a lo largo y ancho del territorio
nacional, México es cuna del maíz (el segundo cereal más importante en
el mundo), centro de origen, diversificación y reservorio genético
global del grano.
Por ello, Mooney considera que la
lucha que se lleva en México es de vital importancia. “Si logran su
cometido y creo que pueden ser exitosos en detener la introducción de
maíz transgénico a México, entonces existe esperanza para todos los
demás pueblos del mundo de detener la introducción de transgénicos en
sus territorios. Si dejamos que las corporaciones ganen aquí, no habrá
manera de detenerlas”.
El cártel de la biología sintética
A decir de Pat Mooney, a la biología
sintética la lideran Monsanto, Syngenta, Dupont, Dow Agrosciences, Basf y
Bayer. No obstante, esas trasnacionales están acompañadas por las seis
empresas químicas más grandes, las siete mayores industrias
farmacéuticas y las seis compañías energéticas más importantes: “todas
[están] trabajando juntas para transformar a la naturaleza en lo que
ellos quieran”.
Mooney revela que, según la
información a que han podido tener acceso, más de 3 mil científicos
trabajan en 553 proyectos de investigación referentes a la biología
sintética, cuyo mercado, estiman, será de alrededor de 10 mil 800
millones de dólares para 2015.
Desde el punto de vista del director
del Grupo ETC, la biología sintética se ha introducido sin ningún tipo
de criterio ético. Contrario a ello, quienes desarrollan esta tecnología
experimentan e incluso comercializan algunos productos sin regulación
particular.
Refiere que el mercado de la biología
sintética está tan sin control que alguien puede vender en internet por
40 dólares semillas de plantas que brillan en la oscuridad producto de
la biología sintética sin ningún uso, plantas meramente ornamentales
pero que podrían tener impactos muy fuertes al reproducirse.
Aunque, a su parecer, los gobiernos
debieran asumir la responsabilidad de detener el camino que lleva la
biología sintética, también considera que el Convenio de Diversidad
Biológica de Naciones Unidas, la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) e
incluso los científicos que trabajan en este tipo de desarrollos tienen
un rol que jugar para introducir criterios éticos.
Contrario a ellos, “algunos gobiernos
en particular han dejado de lado la defensa del interés público y el
principio de precaución”. Como ejemplo, cita el financiamiento que
otorgó el gobierno de Estados Unidos, a través del Departamento de
Energía, a las investigaciones de Craig Venter (científico que hizo el
primer secuenciamiento del genoma humano) para hacer un organismo vivo
completamente artificial. “Eso es algo que tendría impactos tremendos”.
Para Mooney, la población es capaz de
detener el rumbo que hasta ahora lleva la biología sintética, aunque
habría dificultades: “Es fundamental que la gente y las organizaciones
se movilicen, así como la transparencia y el acceso a la información,
pero es difícil porque la mayor parte de la información, aunque es
financiada por los gobiernos, no la tienen ellos, la tienen las empresas
privadas y ellas no se rigen por ningún sistema de transparencia. Hacen
su investigación y no le informan a nadie”.
—Las empresas tienen intereses económicos en esto, ¿pero la FAO y los gobiernos qué persiguen al fomentar estas políticas?
—Los gobiernos más grandes y los que
están promoviendo más la biología sintética, como Estados Unidos,
Canadá, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, y yo creo que México,
asumen que quienes deciden en la economía son las grandes corporaciones.
Es un sistema que ha llegado tan lejos que ya ni siquiera se trata de
corrupción directa sino de que muchas veces los canales y los agentes de
las trasnacionales están en los gobiernos.
Mooney ha visto de cerca un fenómeno
que se acentuó en los últimos años: la influencia de las corporaciones
ya no sólo en los gobiernos nacionales sino directamente a la
Organización de Naciones Unidas.
El especialista refiere el informe
elaborado por el relator Especial de Naciones Unidas sobre el Derecho a
la Alimentación, Olivier de Schutter, en el que se documenta que el 5
por ciento del presupuesto de la FAO proviene directamente de las
corporaciones, “y eso les permite una enorme influencia en el
funcionamiento de la FAO”.
A Pat Mooney la contaminación transgénica
(como él mismo la llamó) de la Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura lo obligó a renunciar en 2010.
Tras una larga trayectoria como parte
del comité asesor internacional, en la víspera de una conferencia
intergubernamental sobre Biotecnologías Agrícolas en los Países en
Desarrollo (ABDC, por su sigla en inglés), que se realizó en
Guadalajara, en 2010 presentó su renuncia.
En la misiva, Mooney calificó los
preparativos para este encuentro entre gobiernos y científicos como
“irremediablemente sesgados”, ya que de forma cínica “soslayan aspectos
socioeconómicos y científicos claves”.
Señaló: “los documentos base de la
conferencia están irremediablemente sesgados a favor de la biotecnología
y reflejan la intención de dar un fuerte impulso a esta industria, al
tiempo que tratan de persuadir a los países en desarrollo de que no
tienen otra opción […]. Es inaceptable que un organismo
intergubernamental supuestamente neutral, como la FAO, permita que lo
conviertan en un escaparate para las grandes empresas biotecnológicas
[…]. La naturaleza oligopólica de la industria de las semillas
biotecnológicas no forma parte de la discusión. Y aunque los documentos
preparatorios del encuentro mencionan los problemas relacionados con el
monopolio de las patentes biotecnológicas, concluyen que el Sur global
no tiene otra alternativa que rendirse. No hay una discusión seria sobre
los enormes costos de desarrollar cultivos genéticamente modificados en
comparación con la agricultura convencional”.
Mooney, quien aún participa a nombre de su organización en el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la FAO, dice a Contralínea que los hechos que lo obligaron a renunciar sucedieron durante la administración anterior.
Electo director general de la FAO por
la Conferencia de los países miembros de la Organización de Naciones
Unidas el 26 de junio de 2011, Graziano da Silva inició su mandato el 1
de enero de 2012 y que se prolongará hasta el 31 de julio de 2015.
El brasileño se hizo cargo, en 2001,
del equipo que elaboró el programa Hambre Cero de Brasil. En 2003, el
presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva le asignó la tarea
de aplicar dicho programa, siendo nombrado ministro extraordinario de
Seguridad Alimentaria y Combate al Hambre.
Recientemente, Da Silva viajó a México
para conocer la Cruzada Nacional contra el Hambre. Mooney espera
conocer cuál va a ser su posición con respecto a la biotecnología y a
las trasnacionales: “si realmente va a tomar una posición fuerte,
enérgica para proteger los centros de origen y el interés público.
México va a ser una prueba”.
Transgénicos en México, una tragedia
Pat Mooney califica de “trágicas” las
autorizaciones masivas que ha otorgado el gobierno federal para la
siembra de organismos genéticamente modificados.
—¿Por qué México es tan atractivo para las multinacionales? –se le pregunta.
—Porque el vecino es muy grande y
porque aparece como un país del Sur, emergente y al mismo tiempo que
tiene un papel pivotal en algunos aspectos geopolíticos y también en
Naciones Unidas; influye a otros países. Aunque no es parte del BRIC
[grupo de naciones emergentes compuesto por Brasil, Rusia, India y
China] aspira a estarlo.
—¿Su riqueza natural es también importante para las trasnacionales?
—Claro, México es un país rico. El
petróleo es un recurso fundamental en la economía. Sin embargo, más que
acceder ellas, las trasnacionales intentan impedir que otros accedan
porque con la biología sintética pueden recrear muchos de los recursos y
competir con ellos, ésa es la idea, ésa es la estrategia. Lo que más
les interesa es que otros no puedan acceder.
Patentes: apropiación de la biodiversidad
A partir de la posibilidad de patentar
organismos vivos, las trasnacionales lograron registrar las especies y
variedades que sirven a la alimentación de la gente. Esta diversidad
genética acumula el 23.8 por ciento de la biomasa total existente sobre
la Tierra, según información del director de Grupo ETC.
“Con la biología sintética estas
empresas pretenden hacerse del 76.2 por ciento de la biomasa restante,
de su mercantilización para convertirla en acumulación. Así que bajo
esta forma de ingeniería genética extrema ya no tenemos alimentos, ya no
tenemos forrajes, bosques, lo que tenemos es biomasa. Y con estas
nuevas tecnologías se convertirían en los nuevos amos de la biomasa.”
A título propio y de la organización
que preside de la cual es cofundador, Pat Mooney, de origen canadiense,
se opone a las patentes, sean éstas de organismos vivos, tecnologías o
maquinaria porque inhiben la investigación, fortalecen los monopolios y
desestimulan la innovación en todos los planos.
“En el caso de los seres vivos es
completamente erróneo, es equivocado poner patentes. En el caso de la
comida, en particular sobre semillas, son base de la alimentación y eso
no debería ser monopolio de nadie. A la vida no patentada la hacen un
enemigo de la patentada, como pasa con los transgénicos.”
Respecto de los organismos vivos ya
patentados Mooney no tiene claridad. “Es difícil, son muchos, no hay un
sólo lugar”. Refiere que según las estadísticas de la Unión
Internacional para la Protección de Obtenciones Vegetales –organismo
intergubernamental con sede en Ginebra, Suiza, creado por el Convenio
Internacional para la Protección de Obtenciones Vegetales− el 82 por
ciento de los reclamos de propiedad intelectual son sobre plantas.
Pero no solamente se patentan plantas,
“el 41 por ciento del genoma humano ya está patentado por diferentes
empresas trasnacionales y universidades”.
No obstante, el premio Premio Nóbel
Alternativo y Silvia Ribeiro, investigadora en Grupo ETC, explican que
la cantidad de patentes no muestran lo fundamental. “Lo que sabemos es
que las empresas no patentan una cosa sino que hacen [entre] 20 [y] 40
patentes para disimular lo central”.
A esto se le conoce como matorrales de
patentes. “Hay muchísimas patentes pero muchas de ellas no se usan ni
[siquiera] es que sirvan: se registran solamente para impedir que
alguien más pueda tener acceso”.
Otra de las modalidades de apropiación
son las patentes multigenómicas que son más abarcadoras que las demás.
“En ellas se patenta una secuencia, por ejemplo, la que da tolerancia a
la sequía en el maíz. Parece que la patente fuera sobre un pedacito del maíz,
pero especifica que lo que se reclama es la presencia de esa secuencia o
una secuencia homóloga en cualquier cultivo, sea café, arroz, trigo,
plátano, cualquier otro cultivo. Con una sola patente pueden abarcar más
de 40 especies o hasta 100”.
Syngenta, Dupont, Monsanto,
Dow Agrosciences, Basf y Bayer han recurrido a las patentes
multigenómicas “tratando de abarcar una cantidad enorme de variedades”.
A partir de un estudio y sin la
certeza de que las patentes multigenómicas de las que tienen
conocimiento sean las existentes, Grupo ETC encontró que el 77 por
ciento son propiedad de las seis trasnacionales.
—¿Hasta ahora no ha habido interés por patentar animales?
—Claro que sí. Lo que más se ha hecho
es sobre animales de laboratorio, hay muchas sobre roedores; también hay
patentes sobre cerdos y ovejas; pero ahora se hacen patentes sobre
caballos de polo, toman un tipo de caballo, hacen hasta 100 clones y
patentan todo el animal, toda la información genética. Hay dos empresas
líderes, no recuerdo el nombre pero una de ellas tiene sede en
Argentina. Grupo ETC prepara un informe sobre el tema –concluye Mooney.
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