Los Condenados de la Sierra
Por: Consejo Tiyat Tlali
San
Salvador Atenco, 17 de agosto de 2014. El despojo es una realidad cotidiana que padecemos
todas y todos: despojo de la tierra, del agua, del aire, de la biodiversidad,
de nuestros saberes, del patrimonio familiar y comunitario, de los bienes
comunes, de nuestros derechos individuales y colectivos, de nuestros sueños y
nuestras esperanzas.
No es algo nuevo, pero en los tiempos del
neoliberalismo el despojo se ha intensificado. Para nuestro profundo agravio,
el despojo se manifiesta también en la descomposición social de la población de
nuestro país. Sin embargo, la población no ha permanecido pasiva ante esta
barbarie: el incremento de los intentos de destrucción y robo han también hecho
crecer las resistencias.
Los megaproyectos que se imponen se hacen sin el
consentimiento de las comunidades. Nos despojan los proyectos mineros, las
represas, los parques eólicos, las carreteras y ductos. Nos imponen
urbanización desordenada, desarrollos turísticos, privatización de los
servicios básicos, se adueñan de la biodiversidad y le ponen precio, comercializan
y empobrecen nuestra riqueza cultural.
Son los agronegocios, los talamontes, los empresarios
turísticos que se adueñan del paisaje, el crimen organizado y el crimen de
cuello blanco los responsables de este saqueo. El despojo también se manifiesta
en quienes se apropian o buscan apropiarse del espectro electromagnético, la
Internet, quienes mediante los transgénicos colonizan nuestro genoma y hasta
quienes se apropian o buscan controlar nuestras ideas. Nos despojan los grandes
monopolios nacionales y trasnacionales. Los gobiernos cómplices y serviles nos
entregan, a cambio de unas migajas, a la voracidad de los dueños del dinero,
quienes buscan convertir en mercancía todo lo que somos y todo lo que es
nuestro mundo al que pertenecemos. Bajo la lógica de este sistema se
criminaliza a las comunidades que defienden su territorio. No se castiga a
quien roba, destruye y mata, sino a quien desde la resistencia busca detener
esta barbarie. La dupla criminal integrada por los dueños del dinero y
gobernantes es premiada con mayores facilidades para continuar lucrando.
En los últimos treinta años desde poderes
institucionales y fácticos se ha dado un desmantelamiento sistemático del
Estado y marco normativo en México. Se han impuesto una serie de reformas a la
Constitución y leyes de carácter estructural, así como ratificaciones y
profundización de tratados de libre comercio, que han destruido las normas que
permiten a los pueblos defender el tejido social y la vida comunitaria. La
última manifestación de esta embestida es la avalancha de reformas impulsadas
por el gobierno de Enrique Peña Nieto. Todo este paquete de reformas coloca al
país, y todo lo que en él se encuentra, a la venta. La ofensiva contra las
comunidades campesinas tiene su expresión más crítica en la reforma energética.
En estas normas se han atacado sistemáticamente
mecanismos de defensa de las comunidades movilizadas. Se eliminó el fin social
de la tierra al otorgar a las actividades de explotación de hidrocarburos y
generación y transmisión de energía eléctrica preferencia por encima de
cualquier otra actividad realizada sobre las tierras. Se ha facilitado la
expropiación, la constitución de servidumbres y la ocupación temporal de la
tierra de comunidades, de la cual gozarán, no sólo las empresas productivas del
estado (Pemex y CFE), sino también capitales privados.
Se ha debilitado el derecho a la consulta de
comunidades indígenas hasta convertirlo en una auténtica farsa. Se ha hecho
inoperable el, ya de por sí, frágil marco legal de protección al medio
ambiente. Se han atacado las facultades del municipio para ordenar el
territorio frente a proyectos extractivos y ahora se busca desmantelar las
facultades de asambleas ejidales a partir de una contra reforma al campo en
puerta. Otras instancias de despojo se han presentado en la reforma laboral, la
educativa, la de telecomunicaciones, entre otras.
No podemos negar que nos han agraviado profundamente.
No obstante, la historia reciente nos demuestra que la dignidad ha podido más
que la barbarie, que el saqueo y la embestida de quienes se sienten dueños de
nuestras vidas, tierras y comunes. Como muestra de las resistencias que se han
alzado en dignidad a lo largo y ancho de nuestra nación nos encontramos una
parte aquí reunidos; las mujeres, hombres, niños, ancianos y, en general, todas
las luchas hermanas que resisten desde distintas trincheras a este modelo
avasallador.
El poder se encuentra organizado y unido; se compactan
al momento de dar un golpe. Y resulta que una de las preocupaciones
fundamentales de este Encuentro ha sido cómo nosotros podemos organizarnos,
unirnos y cerrar filas para enfrentar esta embestida que nos golpea a todos. El
despojo afecta a todas y todos, no solo a los campesinos.
La tarea que tenemos no es poca y precisa de reconocernos,
escucharnos y respetarnos; partir de la solidaridad, como compromiso, como
principio permanente y sobre todo como oportunidad generada por la lucha misma.
Una tarea inaplazable es la liberación de todas y todos los presos políticos,
el regreso de las y los desaparecidos y la defensa de las y los perseguidos por
luchar.
Si bien es necesaria la defensa permanente de nuestros
territorios, no es suficiente con resistir, tenemos que ser capaces de pasar a
la construcción de alternativas que nos permitan por un lado, mantener nuestra
tierra, el agua, la vida y nuestros derechos. y por otro , la posibilidad de
desatar todos los saberes, la imaginación y la creatividad del pueblo al
servicio del pueblo.
Por supuesto que nos hemos equivocado y habrá que
tener la humildad para rectificar, asumir y aprender de nuestros errores,
porque sólo de ese modo podemos avanzar en la construcción honesta y colectiva
en la lucha.
No hay una receta para la resistencia, todas las
coyunturas son distintas y todos aprendemos de todos. Volvamos a nuestras
raíces, valoremos nuestras culturas que han sido muralla de resistencia milenaria
frente a los despojadores. Queremos heredar a nuestros hijos y sus hijos
nuestra tierra, y nuestro amor por ella.
El momento histórico que nos toca enfrentar es muy
complejo. Pero como los abuelos nos han enseñado a mirar el horizonte,
volteamos a ver las resistencias de los pueblos que nos han dado ejemplos. De
ellas y ellos retomamos los frutos y aprendizajes para enriquecer nuestros
caminos de lucha, para defender nuestros territorios, levantar nuestras voces y
reivindicar que existimos, que tenemos derechos. Nuestra lucha es por la vida
misma.
¡Nos negamos a tener
precio! ¡Nos negamos a perder nuestra libertad, a poner nuestra tierra en
venta! La última palabra la tiene el pueblo.
Como se dijo aquí en Atenco: “Abrazamos el
sentir de todos los delegados que vienen representando a sus comunidades,
organizaciones y sus luchas. Hoy no es Atenco nada más, hoy es el llamado de la
patria. Parece que somos pocos, pero con muchas gotas se hacen las grandes
tormentas. El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra somos todos. Ustedes la
defienden al estar acá.” De este Encuentro, todos nos vamos abrazados.
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