martes, 3 de diciembre de 2013

Los Condenados de la Sierra 3 de diciembre: Clasificaciones de poder y resistencia en la Sierra Norte de Puebla · Sergio Hernández


Clasificaciones del poder y resistencia en la Sierra Norte de Puebla

Sergio Enrique Hernández Loeza*

¿Superioridad?¿Inferioridad?
¿Por qué no simplemente intentar tocar al otro,
 sentir al otro, revelarme al otro?
Frantz Fannon. Piel negra, máscaras blancas.

Los seres humanos tendemos a clasificar al mundo. Damos nombre a lo que nos rodea, creando así identidades asociadas a características que se comparten o no. Por ejemplo, desde el pensamiento occidental se distingue entre la sociedad y la naturaleza, asignándosele a la sociedad características que hablan de seres pensantes, ordenados y creadores, mientras que a la naturaleza se le concibe como un ámbito sin vida, carente de orden y dispuesto para ser usado por los seres humanos. Pero esta forma de clasificar a la sociedad y a la naturaleza como dos esferas diferentes no es universal para toda la humanidad: existen grupos humanos que conciben a la llamada sociedad y a la llamada naturaleza como coparticipes de características que occidente asigna exclusivamente a la sociedad.


El problema es que occidente ha tratado de llevar a todos los rincones del planeta su forma de pensar, principalmente a través de la institución escolar, haciendo pasar por verdades universales sus formas de clasificación. Pero aún más, esta clasificación que diferencia a la sociedad de la naturaleza es usada también para distinguir grupos humanos. Así, por ejemplo, durante la época colonial se hablaba de los “naturales” “descubiertos” por los europeos en el territorio que llamaron América, haciendo uso de la palabra natural para asociar sus formas de vida y organización al orden del caos no humano. Entonces, el mundo europeo-occidental hizo circular la versión de que la única forma “civilizada” de vivir era la suya, construyendo la idea de que la meta de todo ser humano debería ser el “progreso”, asociado a conseguir los elementos de la forma de vida occidental caracterizada por la individualización, la tecnificación y la ganancia económica.
En la actualidad se ve como equivocadas a las personas que no buscan el “progreso”, se les concibe como gente que se quedó en épocas pasadas de la evolución humana. Ser buen ciudadano o ciudadana se vincula con seguir las normas vinculadas al logro de una forma de vida que nos han vendido como deseable. Las personas que disienten o piensan diferente son vistas entonces como “raras”, “revoltosas”, “atrasadas” y/o “incivilizadas”.
Este tipo de clasificaciones son fácilmente visibles en lugares como la Sierra Norte de Puebla, región interétnica en la que desde el inicio de la colonización las formas de vida de los pueblos nahua, totonaco, otomí y tepehua han sido clasificados como “atrasados”, bajo la lógica del uso de los recursos naturales para el logro, exclusivamente, de beneficios económicos. En la actualidad, ante la promoción de diversos proyectos de muerte (que incluyen la explotación petrolera y minera, la construcción de presas hidroeléctricas y la construcción de ciudades rurales) su forma de vida es atacada por considerarla ajena a la lógica del “progreso”. Se crean entonces clasificaciones que tienen su cimiente en otras tan añejas como la distinción entre sociedad y naturaleza.
Quienes están a favor de los proyectos de muerte se ubican entonces en el ámbito de la sociedad, porque consideran que son seres pensantes, ordenados y creadores; mientras que quienes se oponen son ubicados en el ámbito de la naturaleza pues sus argumentos son clasificados como carentes de orden y lógica, al defender algo que no tiene vida y que está ahí para ser usado por los seres humanos. Pero aún más, se ve a las personas que se oponen a los proyectos de muerte como “necias”, “revoltosas” e “irracionales”.
Ésta estrategia de clasificar para deslegitimar ha sido usada siempre por quienes tienen poder, para señalar a quienes les parecen peligrosos y se oponen a sus intereses y así poder generar una percepción social que concibe a quienes piensan y actúan diferente como peligrosos: “miedo a los otros, costumbres distintas / poder, necesitas de nombres / disfraces y reglas, clasificaciones / vivir entre segregaciones”[1].
En la Sierra Norte de Puebla se está dando un proceso organizativo que ha sido capaz de identificar este tipo de estrategias del poder, y por lo tanto fundamenta su accionar en el necesario trabajo comunitario. El surgimiento del Consejo Tiyat Tlali -que ha logrado conjuntar en su seno a múltiples organizaciones con amplio trabajo en la región-, así como la consolidación del proceso de resistencia de las comunidades de Olintla a través de la creación de Makxtum kalaw chuchutsipi, son claras muestras de este trabajo. Indudablemente siempre habrá contradicciones y dificultades en los procesos organizativos, pero son inherentes a la misma existencia humana. Lo importante es el camino emprendido y reconocer el escenario y las técnicas de deslegitimación del poder.
Francisco López Barcenas, abogado mixteco, señala que nos encontramos en el cuarto ciclo de colonización de los indígenas, caracterizado por “el predominio del capital transnacional inclusive por encima del poder soberano de los Estados nacionales”[2]. Los intereses en juego son, por lo tanto, muchos y poderosos. En este sentido, es importante avanzar en la vía de la defensa legal, porque como señala López Barcenas, los procesos de resistencia de los pueblos indígenas “…han aprendido que el discurso legítima, por eso en lugar de dejarlo todo a sus adversarios se apropia de él y lo usan en su beneficio…”. Además de ésta vía legal, la resistencia puede tomar muchos derroteros, y todos, sin duda, serán clasificados negativamente desde el poder, porque esa es su vocación. Pero su fortaleza está en la legitimidad que dan las decisiones y la participación comunitaria. En la construcción de un movimiento de resistencia fuerte, plural, que reconoce en su interior las contradicciones y actúa más allá de las clasificaciones del poder, hay un espacio de esperanza. La cuestión radica en que el poder quiera intentar “tocar al otro, sentir al otro, revelar(s)e al otro”.
* UIEP / PIRED A. C. / Estudiante del Posgrado en Estudios Latinoamericanos, UNAM.





[2] http://desinformemonos.org/2013/08/desposesion-el-cuarto-ciclo-de-la-colonizacion-indigena/ 

3 comentarios:

  1. Excelente reflexión. Es una oportunidad para advertir cómo cargamos con esquemas mentales construidos desde fuera. Un un lastre colonial que nos agobia. Nos vemos afectados por cómo los otros nos ven, definen, clasifican; lo peor es cuando lo aceptamos y asumimos esas posiciones de minusvalía social e incluso que se refleja en el comportamiento social y hasta corporal. Invito a docentes, sociólogos, psicólogos, lingüistas y demás profesionales a dar su parecer.
    La resistencia cómo se muestra ahora...tenemos una corpora interesante a través de las redes sociales. Vamos a iniciar una pesquisa seguramente nos vamos a sorprender.
    Felicito al autor el antropólogo/maestro Sergio Hernández Loeza. Gracias!!!!!!

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  2. "Occidente ha tratado de llevar a todos los rincones del planeta su forma de pensar, principalmente a través de la institución escolar", afirma el Mtro. Sergio Hernández Loeza.
    Estoy de acuerdo. Añado que, en mi opinión, de ello no se salva ninguna educación escolarizada, ni siquiera la bicultural-bilingüe de la educación básica o la intercultural de la educación superior.

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  3. Añado una corrección. La afirmación de que en Occidente "a la naturaleza se le concibe como un ámbito sin vida" es claramente errónea.

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