Furiosos se encuentran los habitantes de la comunidad de Salsipuedes
contra la Comisión Federal de Electricidad (CFE), pues denunciaron que
abrió dos veces las compuertas de la presa La Venta vertiendo 3 mil
metros cúbicos de agua, lo que provocó que la creciente del río Papagayo
enterrara sus casas bajo toneladas de lodo.
Según los vesinos, la empresa paraestatal abrió las compuertas dos veces
para desfogar la presa que ya se encontraba al tope por las intensas
lluvias que provocó la tormenta tropical Manuel por tres días.
Por ese poblado se llega a la fuente de captación Papagayo 2, por lo que
los furiosos habitantes exigieron a las autoridades de los tres ámbitos
de gobierno que acudan al lugar para que les digan quién va a reparar
las afectaciones, o de lo contrario bloquearán el camino y no permitirán
el acceso para que se reparen los daños a esa fuente de captación que
surte a la zona media y alta del puerto.
Incluso acordaron una reunión para hoy a las 12 del día en la entrada al
poblado para tomar las acciones a seguir, pues quieren el diálogo con
las autoridades y “si no hay diálogo, si no hay un acuerdo con el
gobierno no hay paso, perdimos todo por culpa de la CFE”.
Ubicado a orillas del río Papagayo, Salsipuedes es una comunidad con 122
casas, algunas construidas de block y otras de adobe, las cuales en su
mayoría fueron sepultadas por toneladas de lodo.
El comisario del lugar, Carlos Victoriano Loeza, informó que hasta el
censo que había levantado al menos 75 casas presentaban pérdida total y
las demás daños parciales.
Indicó que afortunadamente no hubo pérdidas humanas pero sí daños
materiales incuantificables porque el río arrasó con todo dejando a la
gente sin nada.
En un recorrido por el lugar se caminó por lo que antes eran calles
pavimentadas y ahora están inundadas de lodo que alcanzan varios
centímetros.
Don Casiano Santos Cabrera, un hombre de la tercera edad, muestra lo que
fue su vivienda. Ahí apenas quedan parados dos pilares de su casa de
adobe y comenta que perdió todo.
“Mire ahí está todo: mi colchón, la tele, el refrigerador, la ropa, la licuadora”, señaló.
Indicó que con su familia se salió con el agua a la cintura entre las 8 y
9 de la mañana del domingo, que no pudo sacar mucho pero “nosotros
gracias a Dios nos salvamos”.
Pero don Casiano Santos no sólo perdió su casa sino también su cosecha,
pues en su parcela tenía 80 plantas de limón, palmas y su milpa: “perdí
todo, tengo que volver a empezar”.
El vecino afectado también comenta que la corriente se llevó muchos animales.
Luego en el recorrido se observó a mucha gente sacando el lodo de sus
casas, las que se resisten a dejarl porque es todo su patrimonio.
Algunos andan escogiendo las cosas que todavía sirven y los colchones se
encuentran en la calle, así como electrodomésticos. La ropa enlodada se
encontraba colgada en los alambres de las cercas resistieron a la
fuerza de la corriente.
Otro vecino dijo que a los pobres la ayuda no llega por parte de las
autoridades, que no tienen agua para tomar y tampoco tienen energía
eléctrica; que la gente trata de salvar la poca ropa lavándola en los
arroyos que se formaron.
La misma suerte que don Casiano Santos sufrieron las hermanas Fidela y
Julia de León, pues sus casas fueron arrasadas por la corriente y hay
muy poco que salvar.
Doña Flora Blanco González también lleva horas tratando de sacar el lodo
de su casa que alcanza unos 10 centímetros, pero es una tarea difícil
por lo chicloso y pesado y sólo puede ser removido con la pala.
A cada paso la gente se queja, llora de impotencia e insiste en culpar a
la CFE de su desgracia, y es que Salsipuedes es una de las comunidades
más pobres y sus habitantes viven de la siembra de maíz y calabaza,
cosecha que ya no existe al igual que su casa.
En Salsipuedes se observa un panorama desolador con calles llenas de
lodo, casas destruidas e inundadas de fango; hombres, mujeres y niños
que se sienten olvidadas por sus autoridades.
Reprochan que nada más se atienda a la zona Diamante porque –dice el
vocero del Cecop, Marco Antonio Suástegui– eso sí les interesa, “allí
están sus millones de dólares”.
Subrayaron los encolerizados vecinos que Acapulco no nada más es la zona
Diamante sino que la zona rural merece atención ante la tragedia porque
tienen los mismos derechos, y acordaron en la primera reunión que si no
hay acuerdos de quién va a pagar los daños causados a sus casas y
cosechas tampoco habrá agua para Acapulco.
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